Hace diez años un chico delgaducho del centro de Estados Unidos grabó un álbum con el que, según sus propias palabras, jamás pensó llegar a nada. Hoy, una década después, “Micah P. Hinson And The Gospel Of Progress” es considerado un álbum imprescindible del nuevo sonido americano, y aquel chico, hoy todo un hombre de voz quebrada, recupera los temas del disco que marcó su carrera en una gira imprescindible.

El Playa Club fue la primera parada de Micah P. Hinson en su periplo español. El artista llegaba a A Coruna teloneado por Luis Moro y la Tribeca’s Band, una banda de sonido americano clásico con una limpieza encomiable y un talento más que probado, que fue la encargada de caldear el ambiente entre un público de devotos entregados.

Micah sube al escenario y se le ve delgado, casi etéreo. Parece un adolescente algo perdido. Todo cambia cuando su voz, rasgada, quebrada, dura, casi hiriente, entra en escena. El sleeper por antonomasia arranca el concierto acompañado de batería y bajo, y charlando animadamente con la concurrencia. Habla de su infancia en Texas, de la grabación del álbum que cambió su vida y de la remasterización que acaba de completarse “y que hace que suene mejor” en palabras del propio artista.

Pero es cuando canta cuando su imborrable voz cobra verdadera fuerza. Un tema tras otro, Micah desgrana los temas. “Can’t change a thing” se convierte en un himno y “You lost sight on me” desata toda la melancolía contenida en un trabajo casi experimental, personalísimo e irrepetible.

Como el propio concierto, que remata con los bises en solitario del artista. Bajista y batería esperan entre las sombras del back stage, y mientras Micah diserta sobre fumar en los bares, intercalando palabras en español en medio de su soliloquio improvisado, que le sirve para presentar al distinguido su estado sentimental y personal: será padre en septiembre, anuncia animado, y la madre es la batería de la banda, lo que desata los aplausos generales.

Tras ellos, un último y sentido tema de despedida que cierra el concierto tal y como empezó esta aventura, diez años atrás: con un soñador melancólico del centro de Estados Unidos desplegando todo su potencial acompañado de una simple guitarra. Nada más. Y desde luego nada menos.

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